Me resulta todo tan extraño.
Cuando estoy contigo, desaparezco. No quiero que me localicen. Me escondo tan bien que ni tan siquiera yo soy capaz de encontrarme hasta pasadas unas horas.
Tú, cuando duermo, dibujas un mapa en mi cuerpo. Si no fuera por el nunca podría volver.
Espero que te sepas el mapa de memoria, porque me gusta jugar, y transformo tus sencillos dibujos en laberintos.
Eres mi capricho, y yo soy anhelo.
Nos unimos, lejos.
Caminamos por los bosques como salvajes, dejándonos guiar por las migas de pan. Y, siempre que pasamos por aquel lugar, veo que con las prisas se me ha olvidado ponerme la cabeza.
Será que contigo no me preocupo de mis problemas, que no quiero peso sobre mis espaldas.
Por la noche, da el toque de queda y tu, amablemente, me acompañas a mi casa. Mientras, miro por la ventanilla pensando en ese mapa que has dibujado. Recorro sus parajes hasta encontrar la salida, antes de que cruce mi portal.
Al día siguiente todo es igual, hasta que vuelva a verte.
¡Mira qué hora es, y yo sin ponerme la cabeza!
24/5/10
7/5/10
Latidos vacíos
El paciente con carencia de corazón ha vuelto hoy a la consulta.
Lleva viniendo desde hace prácticamente un mes, una vez por semana. Cada consulta viene a ser más o menos la misma historia: viene, se sienta y me dice:
- Doctor, soy incapaz de sentir.
- Sentir… ¿el qué? ¿El dolor?
- No, de sentir sentimientos. ¡Creo que me he quedado sin corazón!
- Eso es técnicamente imposible, si no tuviera, usted ya estaría muerta.
Acto seguido le pido que se tumbe para auscultarla. Y como si de magia negra se tratara, sus palabras resultan ser reales. No se oye ni un triste eco de su corazón. Parece que ha desaparecido.
- ¿Lo ve doctor? No se oye nada, mi corazón ha enmudecido…
- …o quizá se lo han robado, ¿está usted enamorada?
- ¡No! Ya le he dicho que soy incapaz de sentir nada.
Siempre le he recetado ver películas sentimentales, o de miedo, para ver si muestra algún síntoma, pero los resultados nunca han sido satisfactorios.
Hoy la situación ha sido distinta. Parece que le han curado.
- ¡Doctor! Llevo un par de días oyendo a mi corazón suspirar.
- Es una gran noticia, ¿sabe a qué se puede deber?
- Convulsiona cada vez que ve aparecer a otro corazón, uno que ocupará su lugar.
Nos despedimos, pero sé que nos volveremos a ver muy pronto para hacer un puzle.
Lleva viniendo desde hace prácticamente un mes, una vez por semana. Cada consulta viene a ser más o menos la misma historia: viene, se sienta y me dice:
- Doctor, soy incapaz de sentir.
- Sentir… ¿el qué? ¿El dolor?
- No, de sentir sentimientos. ¡Creo que me he quedado sin corazón!
- Eso es técnicamente imposible, si no tuviera, usted ya estaría muerta.
Acto seguido le pido que se tumbe para auscultarla. Y como si de magia negra se tratara, sus palabras resultan ser reales. No se oye ni un triste eco de su corazón. Parece que ha desaparecido.
- ¿Lo ve doctor? No se oye nada, mi corazón ha enmudecido…
- …o quizá se lo han robado, ¿está usted enamorada?
- ¡No! Ya le he dicho que soy incapaz de sentir nada.
Siempre le he recetado ver películas sentimentales, o de miedo, para ver si muestra algún síntoma, pero los resultados nunca han sido satisfactorios.
Hoy la situación ha sido distinta. Parece que le han curado.
- ¡Doctor! Llevo un par de días oyendo a mi corazón suspirar.
- Es una gran noticia, ¿sabe a qué se puede deber?
- Convulsiona cada vez que ve aparecer a otro corazón, uno que ocupará su lugar.
Nos despedimos, pero sé que nos volveremos a ver muy pronto para hacer un puzle.
1/5/10
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