Tenemos diferentes maneras de ser. No es que seamos falsos; simplemente, nuestra personalidad se divide en muchas subpartes, y cada una de estas, se muestra delante de tipos diferentes de personas.
Dejando claro esto, viene cuando, estas "subpartes" no quieren ser mostradas delante de nadie y aparentamos ser algo que realmente no somos. Nos forjamos una máscara con forma de personalidad que mostramos ante cualquier situación, ya sea por timidez o, porque en potencia, nos encantaría ser la máscara que nos estamos forjando en la cara.
El problema viene cuando alguien se enamora de esa máscara. De ese alguien que fingimos ser.
[Hay la remota posibilidad de que esa personalidad que hemos forjado se convierta en nosotros y no haya ningún problema, pero eso solo pasa en el 2% de ocasiones.]
Todo aquel que haya o esté enamorado, sabrá que, poco a poco, todos salimos del caparazón y nos mostramos tal y como somos, con nuestras rarezas, manías, alegrías, tristezas... Nos desmaquillamos de todo lo que llevamos encima y nos quedamos como nos trajeron al mundo: sin ninguna protección.
Y, ¿ahora qué? Tras "descubrirte" ya no eres la persona de la cual otro se ha enamorado. Esa apariencia que mostramos a todo el mundo menos a esa persona querida, se va, se esfuma.
Puede aceptarte, pero te reprochará.
Puede aguantarte, pero acabará saliendo también su verdadera parte, esa parte que se siente engañado y te recrimina de mil y una maneras.
Qué hacemos, ¿nos volvemos a poner la máscara?
No, ya se sabe la verdad.
Solo queda abandonar el barco o empezar a esculpir una nueva máscara que oculte todo el dolor que provoca la situación y, de nuevo, volver a fingir que estamos bien cuando realmente estamos mal.
De nuevo, ser alguien que no somos, hasta que nos descubran (o no) de nuevo.