Cuando no sabes si callar o gritar, si salir corriendo o quedarte, si observar o actuar.
Cuando te aprieta el pecho.
Hundes a cualquiera, y solo rescatas por placer de decir que has salvado a alguien, cuando la culpable eres tu.
Fría, puntiaguda, tu alma.
Pequeña, no eres Alicia.