No me gusta ducharme por las mañanas cuando hace frío.
La temperatura del ambiente mata a mis poros, mata a mi tráquea al coger aire por la boca. Me cuesta respirar.
Al secarme, me vuelvo a poner el pijama. No me apetece vestirme, ni pensar qué me voy a poner para clase...sigo estando en casa.
Ya delante del ordenador, mis brazos desnudos cogen miedo, y se transforman en piel de gallina. Corriendo voy a por una rebeca que los abrace y los calme. El otoño y el invierno les asusta; y el viento helado ya está viviendo prácticamente del todo entre todos nosotros...
...Menos en los corazones de alguna gente.
27/9/10
22/9/10
No me rompas si me congelo
Viento, frío, lluvia.
Hojas caer.
Estoy en la terraza de mi finca. Sábanas blancas de hospital bailan con el viento un vals. Son delicadas y no se pisan. Están hechas las unas para las otras.
Dejo en el suelo la libreta en la que estaba haciendo los deberes. Me abrocho bien el abrigo y me pongo el gorro.
Corro entre esas danzarinas. Giro mirando al cielo.
El agua está congelada, y el viento arrastra cada gota por toda mi cara. Es una sensación muy agradable.
Quisiera que el otoño no se acabara nunca.
Alguien ha entrado.
Es un niño. Alguna vez hemos coincidido en el ascensor.
Me escondo detrás de una de las pálidas bailarinas. Él me ha visto, pero disimula.
Sin darnos cuenta, jugamos al escondite... igual que ahora. Once años después.
Yo siempre escondida tras una fina tela.
Tú pasando de mi, haciendo ver que te importo.
Y ahora, aquí estamos. Tu y yo sentados en el suelo encharcado, sin haber visto nunca una primavera después de las tormentas. Ya no nos queda nada más que este lugar, sin música. Sin nada que bailar.
Todas ellas se han quemado.
Hojas caer.
Estoy en la terraza de mi finca. Sábanas blancas de hospital bailan con el viento un vals. Son delicadas y no se pisan. Están hechas las unas para las otras.
Dejo en el suelo la libreta en la que estaba haciendo los deberes. Me abrocho bien el abrigo y me pongo el gorro.
Corro entre esas danzarinas. Giro mirando al cielo.
El agua está congelada, y el viento arrastra cada gota por toda mi cara. Es una sensación muy agradable.
Quisiera que el otoño no se acabara nunca.
Alguien ha entrado.
Es un niño. Alguna vez hemos coincidido en el ascensor.
Me escondo detrás de una de las pálidas bailarinas. Él me ha visto, pero disimula.
Sin darnos cuenta, jugamos al escondite... igual que ahora. Once años después.
Yo siempre escondida tras una fina tela.
Tú pasando de mi, haciendo ver que te importo.
Y ahora, aquí estamos. Tu y yo sentados en el suelo encharcado, sin haber visto nunca una primavera después de las tormentas. Ya no nos queda nada más que este lugar, sin música. Sin nada que bailar.
Todas ellas se han quemado.
6/9/10
Un día igual al mañana
Llueve y tengo las ventanas abiertas.
Tengo puesto mi gorro de lana favorito, tres pares de calcetines y una chaqueta polar. Mis piernas están desnudas. Son pálidas y me dan asco, pero no quiero taparlas.
Alguien enciende la luz de la habitación. Me molesta.
- ¿Se puede saber que haces? Son las tres de la tarde, llevas todo el día en la cama; ¡y mira que pintas!
- Yo estoy bien, Esteban. Apaga la luz y vete.
Apagó la luz, pero él se quedó dentro de la habitación.
Se metió en la cama conmigo, y jugamos a fingir que nos queríamos.
Esteban es mi hermanastro, siempre ha sido algo putero.
Yo me dejo querer por cualquiera.
- No me destapes, hace frío - le dije cuando al terminar me enrollé como una crisálida en el edredón.
- ¿Hoy no piensas salir tampoco?
Es cierto. Llevaba un mes en aquella habitación. Encerrada en ella, y en mi.
- No, hoy tampoco tengo fuerzas.
- Hace un momento a mi no me lo ha parecido - dijo con una sonrisa en la cara, que le iba de oreja a oreja.
Durante unos minutos, ninguno dijo nada. Yo le daba la espalda, mientras él me abrazaba. Al final se debió aburrir y se fue.
Aproveché para vestirme. Me puse la ropa interior y unos pantalones vaqueros. De esta manera, me volví a tumbar, pero debajo de la cama. Ahí, donde viven los monstruos.
Asomé la cabeza para mirar al techo. Con la cara sin expresión y con los ojos muy abiertos - bueno, también es que los tengo grandes. Miraba la lámpara que colgaba del techo fijamente y pensé que pasaría si se me cayera encima.
Nada. No pasaría nada. Todos los días son iguales, esté o no esté yo.
Tengo puesto mi gorro de lana favorito, tres pares de calcetines y una chaqueta polar. Mis piernas están desnudas. Son pálidas y me dan asco, pero no quiero taparlas.
Alguien enciende la luz de la habitación. Me molesta.
- ¿Se puede saber que haces? Son las tres de la tarde, llevas todo el día en la cama; ¡y mira que pintas!
- Yo estoy bien, Esteban. Apaga la luz y vete.
Apagó la luz, pero él se quedó dentro de la habitación.
Se metió en la cama conmigo, y jugamos a fingir que nos queríamos.
Esteban es mi hermanastro, siempre ha sido algo putero.
Yo me dejo querer por cualquiera.
- No me destapes, hace frío - le dije cuando al terminar me enrollé como una crisálida en el edredón.
- ¿Hoy no piensas salir tampoco?
Es cierto. Llevaba un mes en aquella habitación. Encerrada en ella, y en mi.
- No, hoy tampoco tengo fuerzas.
- Hace un momento a mi no me lo ha parecido - dijo con una sonrisa en la cara, que le iba de oreja a oreja.
Durante unos minutos, ninguno dijo nada. Yo le daba la espalda, mientras él me abrazaba. Al final se debió aburrir y se fue.
Aproveché para vestirme. Me puse la ropa interior y unos pantalones vaqueros. De esta manera, me volví a tumbar, pero debajo de la cama. Ahí, donde viven los monstruos.
Asomé la cabeza para mirar al techo. Con la cara sin expresión y con los ojos muy abiertos - bueno, también es que los tengo grandes. Miraba la lámpara que colgaba del techo fijamente y pensé que pasaría si se me cayera encima.
Nada. No pasaría nada. Todos los días son iguales, esté o no esté yo.
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