Es difícil para una persona negativa tener rachas constantes de positividad. Pero no es nada imposible. Había conseguido estar en mi máximo esplendor, dejando los "malos rollos" de lado, dejando de pensar en cosas banales.
Un minuto te cambia la vida.
¿Sabéis cuando coméis algo que os gusta mucho y deseáis que nunca se acabe? Pues yo he deseado demasiado coger purpurina de colorines del saco. He disfrutado demasiado mi optimismo y mi positivismo se ha roto. Y ahora me ha caído como un jarro de agua fría.
¿Y ahora qué?
Pues, a ser la que era antes. Esa que vive oculta tras la pena hasta que salga un rayo de sol al cual aferrarse... Pero en esta ocasión, el cielo va a estar encapotado mucho tiempo.
Vamos a dejar dormir durante un tiempo a la Irene payasa, porque ni ella tiene ganas de salir al escenario.
Si encontráis pedacitos de mi, podéis pisotearlos, el daño está hecho.
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