Me dieron ojos para ver como el destino llora y te abraza por la espalda. Mis sentidos notan como mi piel se resiente hacia el agua salada y yo, en mi mejor acto, ni me giro a preguntar, pues no es eso lo que yo quería recibir. Y le doy la espalda, al igual que él huyó de mi y no me dejó más que esa triste visión y sentimiento de abandono.
Me dieron labios para expresar mi resentimiento, aunque no se me da demasiado bien. Menos mal que me enseñaron a escribir y así jugar con las palabras a qué entiendo lo que escribo; a que entiendo como me siento y que esto ayuda a sonreír día a día.
Pues no.
Por mucho sol que me traiga la primavera, en mi cabeza todo son nubes grises desde el instante en el cual me levanto.
¿Realmente todo esto es importante? Llega un punto en que hay personas que te hacen sonreír, o lo intentan, y tu, por gratitud, escoges una máscara para que crean que todo va bien, aunque no se lo lleguen a creer, porque ni tu lo haces.
Y qué más da. El destino está ahí, llore o ría, cerca o lejos, a favor o en contra. pero está. Pase lo que pase, no te abandonará, así que cree en él.
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